El nuevo sistema de compras “puerta a puerta” desde el exterior encendió rápidamente luces amarillas en los tableros de control de varias industrias y reabrió el debate sobre la apertura de la economía para los años que vienen.

¿Se volverá a una apertura como la de los 90? ¿Habrá un regreso a un esquema de importado con dólar atrasado que favorezca esas operaciones y afecte a parte de la industria nacional? Son algunas de las preguntas que todavía carecen de respuestas contundentes.

El nuevo régimen, que entrará en vigencia en septiembre, elimina las restricciones para importar algunos productos (textiles, calzados, juguetes, etc) que se fijaron en 2014, amplía de 2 a 5 la cantidad de envíos que se permiten por año y que pueden a llegar US$ 1.000 por cada uno.

El régimen, que exceptúa de gravámenes a la importación de libros, tiene uno de 50% para las importaciones de entre 25 y 999 dólares.

La puesta en guardia de los productores textiles, de calzados y juguetes fue instantánea, a pesar de que desde hace años buena parte de los productores de esos rubros vienen combinando su oferta con producción local e importaciones.

Un informe reciente de la consultora Ecolatina, del economista y diputado renovador Marcos Lavagna, plantea las diferencias entre el anterior y el nuevo esquema, focalizando así: “Ya no se busca frenar el ingreso de bienes que demandan una gran cantidad de divisas, sino que el foco está puesto sobre la protección a industrias trabajo-intensivas, incapaces de competir con productos importados con atraso cambiario”.

Frente a ese cambio, Ecolatina dice que se debería proteger a los sectores “sensibles como el textil, calzado, marroquinería y juguetes mientras se libera el comercio de bienes capital-intensivos, clave para apuntar la inversión y generar nuevos puestos de trabajo”.

Así, y a pesar de que las importaciones “puerta a puerta”difícilmente lleguen a representar un volumen importante en el total de las importaciones de bienes de consumo (llegan a US$ 7.500 millones al año) las dudas son crecientes.

“No descarte que pronto aparezcan los coleros del puerta a puerta que por unos pesos presten el DNI para vender su cupo de importación a un grande”, comentaba ayer un industrial pyme que arriesgaba que el problema no consiste en la ampliación del régimen sino en que “somos argentinos”.

Y así se reflota otro tema que será el de la necesidad de agilizar los controles en un contexto muy distinto al de los 90.

A los funcionarios del Ministerio de la Producción, que conduce Francisco Cabrera, no se les escapa que en el primer semestre las importaciones que más crecieron fueron, precisamente, las de esos sectores sensibles cómo calzado, juguetes e indumentaria, con registros de 27%, 45% y 31%, respectivamente, con relación al año anterior.

La tecnología no sólo multiplicó las posibilidades de importaciones y competencias diversas provenientes del exterior (Amazon, celulares, Netflix, Uber, etc), sino que además amplió la cultura de comprar y pagar con medios electrónicos.

También es distinto el contexto cambiario.

Hoy, un dólar girando en torno de los $ 15 está lejos de un atraso histórico en términos reales, pero las expectativas de estabilidad que se barajan, dentro y fuera del Gobierno, llamarían a prestarle atención al tema.

A diferencia de muchos momentos de la histórica económica reciente, en estos días la falta de dólares no es un tema.

El Banco Central compró cerca de US$ 8.000 millones en el primer semestre del año y ahora busca poner algunos paños fríos sobre el ingreso de capitales para evitar más presión bajista sobre el precio del dólar.

De hecho, se supo, que en las últimas horas hubo una discusión fuerte entre funcionarios nacionales y cordobeses para frenar otra salida de la provincia al mercado internacional en búsqueda de fondos.

En lo que va del año, el conjunto de las provincias ya consiguió unos US$ 4.000 millones, que ayudaron a financiar sus tesoros pero que, también, fortalecieron las reservas del Banco Central.

El temor del titular del Central, Federico Sturzenegger, es que el blanqueo haga entrar muchos dólares y eso tire para abajo el precio y vuelva a cristalizarse una situación de atraso cambiario tal que desate una nueva ola de importaciones, viajes al exterior y todos los comportamientos típicos de los años de atraso cambiario.

Pero lo que el titular del Central teme, suena a música en los oídos de algunos políticos del oficialismo que aspiran a que en 2017, año electoral, el aumento de los salarios le gane al del dólar para favorecer una mejora de los sueldos medidos en términos de dólar y la expansión del consumo.

Respecto del blanqueo, tanto dentro como fuera del Palacio de Hacienda, se habla de un interés creciente de empresarios e inversores por blanquear, en el entendimiento de que el mundo irá cerrando el cerco sobre el dinero negro y en que una tasa de 10% estaría lejos de ser un costo excesivo.

Desde ya que siempre habrá un “riesgo argentino” adicional referido a la estabilidad política que cada blanqueador deberá asumir y que resulta imponderable, pero en el Gobierno dicen que hasta el 30 de septiembre (ese día cierra el plazo para adherir a los bonos a tres años de tasa cero) será difícil pronosticar cuantos dólares podrían blanquearse.

Pero, más allá o más acá del blanqueo, lo concreto es que la entrada de dólares al país es fuerte y en julio se aceleró, también, por los tenedores de fondos a blanquear que decidieron traer parte de sus divisas para bajar sus tenencias al 22 de julio, fecha en que se sacó la “fotografía” de los saldos a blanquear.

Los bonos argentinos, por su parte, siguen rindiendo 6,5% anual en dólares, una renta difícil de obtener a nivel mundial para títulos de un país con baja deuda.

Sin problemas de dólares pero sí de pesos, el Gobierno tiene su expectativa puesta hoy en lo que decida la Cámara de La Plata sobre las tarifas de gas, cuyo aumento está frenado.

La expectativa oficial es que la Cámara mande un recurso extraordinario a la Corte con un efecto suspensivo sobre la medida que le impide a las empresas aplicar la suba de tarifas.

A esta altura, desde la óptica oficial, y después de vaivenes increíbles, lo mejor que le puede pasar es que el envío de ese recurso permita poner en vigencia el esquema de subas que establece un tope de aumento de 400%.

Esa era la expectativa oficial hasta las 19 de ayer. Después, otro fallo frenó la suba de la luz y cambió el rumbo de las preocupaciones, que no cesan ni un minuto.

Fuente:http://www.clarin.com/opinion/compras-puerta-mira_0_1625837405.html

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